Conciliar la vida laboral y familiar
Empiezo por comentar que el término
no me parece de lo más afortunado, máxime si tenemos en cuenta la definición
que nos aporta la Real Academia de la Lengua Española, acerca del término
“conciliar”
En sus dos primeras acepciones dice
así:
1.- Componer y ajustar los ánimos de
quienes estaban opuestos entre sí.
2.- Conformar dos o más proposiciones
o doctrinas al parecer contrarias.
Al margen de la semántica, que no es
el propósito, en lo que debemos reflexionar es en el concepto mental que usamos
cuando empleamos el término, y las soluciones o ideas que aportamos.
Empecemos por la cuestión de género:
Suele hablarse de conciliación de vida laboral y familiar mayormente entre las
mujeres, debido al hábito de que son ellas las que asumen el buen gobierno de
sus familias.
En mi opinión, ahí está el primer
error.

En segundo lugar (y segundo error), en una gran mayoría
de ocasiones en las que me he encontrado, esta conciliación suele
circunscribirse a la flexibilidad horaria, supeditada a unos horarios escolares
más o menos comunes. Así encontramos horarios de entrada y salida del trabajo
con un margen de una o dos horas, a cambio de que se reduzcan las pausas del
desayuno o almuerzo (en el mejor de los casos) o a cambio de una reducción
salarial (en otros casos) y con las consiguientes repercusiones que eso tiene
en esa vida laboral.
Difícilmente una persona que llegue a
conciliar bajo los criterios anteriormente mencionados será propuesta para una
promoción profesional o para retos de mayor calado, ateniendo a “la
imposibilidad de esa conciliación”
Así las cosas, la vida laboral
quedará reducida a una mera fuente de ingresos que debemos mantener para
vivir, con el consecuente riesgo de
desmotivación (especialmente intrínseca) y con una profesión transformada en
mera transacción; tantas horas (o tanta dedicación) a tanto precio.
En mi opinión, deberíamos empezar a
plantearnos modelos de relación laboral realmente novedosos en su conjunto, con
amplitud de miras y que sólo sean refrendados por los propios interesados (a
fin de cuentas, ¿a quién más le debe interesar?)
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Así pues, mientras que para algunos
la flexibilidad horaria puede ser suficiente, para otros quizá sería más
adecuado disponer de alguna jornada libre durante la semana, o incrementar sus
días de vacaciones para ajustarlos a un calendario escolar, o combinar trabajo
presencial con teletrabajo, o combinar un contrato laboral (a tiempo parcial)
con un contrato mercantil, por poner un ejemplo.
Por otra parte, las empresas pueden
plantearse cambiar los modelos retributivos, (por lo general centrados en la
presencia) y orientarlos a objetivos, logros, o minutas.
Si bien todo lo anterior puede
aplicarse desde el ámbito de la retribución flexible, quizá también sea
necesario plantearlo desde la conciliación.
Toda esta reflexión viene a cuento de
que, en la medida en que las personas puedan combinar o armonizar (que no
conciliar) su vida privada con la vida laboral, conseguiremos personas mucho
más motivadas, empresas más eficaces y eficientes, y resultados mucho mejores
para todas las partes.
Si bien es una tarea laboriosa, la
tecnología y una firme voluntad de que así sea, pueden ayudar a conseguirlo. Nada llegará a menos que cada cuál se atreva a empezar.